Estamos invitados a beber el té

Poner en práctica todo el potencial sensorial que los seres humanos tenemos nos permite descubrir una mayor variedad e intensidad en lo que nos rodea. Hace unos días participé en una cata de té donde implicamos todos los sentidos, no solo el del gusto, para enriquecer la experiencia de tomar té y aprender a beberlo. 

El té tiene numerosos nutrientes además de propiedades relajantes. Los países orientales tienen una larga tradición en el té, que data de casi cinco mil años, durante los cuales la infusión pasó de ser una bebida medicinal y aristocrática a un acontecimiento social. 

Catar

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En la Argentina existe una importante producción de té, en su gran mayoría negro, también llamado té común o clásico, cultivado principalmente en Misiones y Corrientes. Muchas personas aducen que no gustan del té por su sabor fuerte y amargo, que contrasta con el dulce o salado de la mayoría de las comidas que ingerimos habitualmente. Para gozar de las bondades del té, el secreto está en el reposo de las hebras: no más de tres minutos para quien pone reparos a su particular sabor. Los endulzantes son mala palabra: distorsionan su sabor y no permiten disfrutarlo en su esencia.

IMG01070-20130925-1606Antes de beber hicimos un ejercicio sensorial esclarecedor: rasgamos el sobre, observamos la textura y el color de las hebras y sentimos su aroma. Té que huele bien, sabe bien; té con aroma insuficiente, sabe a poco. 

Fue un evento muy bien pensado y organizado, donde comimos, bebimos y aprendimos. El hotel estaba inmejorablemente ubicado, el disertante era una eminencia en Latinoamérica y nos regalaron mucho té para seguir degustando en casa. Desde la óptica de la comunicación institucional y las relaciones públicas, la cata de té fue un evento óptimo para posicionar la imagen de marca e inducirme a comprar ese té… ¡hasta que sea viejita!

Que el sur sea el norte

Perú tiene una de las gastronomías más celebradas del mundo. Prueba de ello son los galardones que han recibido algunos de sus chef y restaurantes, o el World Travel Award 2012 obtenido en el rubro Gastronomía. Además, la crítica señala al vecino país como un portador de las tendencias culinarias para los próximos años.

No tuve la suerte de ir a Perú aún, pero no por eso me privé de sus manjares. Para celebrar una ocasión especial pregunté entre mis conocidos dónde comer comida peruana en Mar del Plata, una opinión elocuente me habló de La Guagua, «un lugar chiquito, que abrió hace poco, pero súper cálido y con muy buena comida». 

la guagua front

Fui a La Guagua, volví y volví a ir, cumpliendo aquella premisa de «momentos especiales, con personas especiales». Porque este lugar genera cercanía, intimidad y simpleza engolosinada con buena comida y bebida que nos habla de nuestro continente y de la riqueza de nuestra tierra. La variedad y originalidad de sus platos se suma a una estética igualmente particular y distintiva que me hace sentir a gusto y disfrutar con los detalles.

En otros países de Latinoamérica, guagua hace referencia al trasporte público, a nuesto entrañable bondi. Pero en Mar del Plata además es sinónimo de gastronomía sudamericana de la buena, en un lugar que en todo me gustaría que fuera el living de mi casa. 

Sueña que la descubren para que baile en televisión

ddiezCon una rapidez que (ya casi) no me sorprende se pasó mi primer mes de pasantía en Canal 10

Por esas circunstancias de la vida me tocó hacer mis prácticas profesionales en un ámbito que de haber podido elegir, probablemente no hubiera estado entre mis preferencias. Y justamente por eso, cuando llegó la propuesta me decidí: creo que este es el momento para trabajar y sumar experiencia en un lugar al el que tal vez no vuelva, además de una actitud positiva como futura profesional.

Y resulta que la tele me está gustando más de lo que pensaba. Por una parte, es estimulante y hasta gratificante corroborar que las rutinas informativas y periodísticas que nos enseñan se aplican en mayor o menor medida, aunque se trate de un canal local. Aclaro: no estoy poniéndole la cara a ningún programa. Lo mío es detrás de cámara, lo que no se ve pero cada vez resulta más en claro que existe, y que es el motor y la base de cualquier propuesta audiovisual. La producción de contenidos, sea para el medio que sea, es ciertamente vital incluso para el acto de comunicación mismo: se trata de contar historias, y ponerlas al aire implica previamente recabar datos, desde información dura hasta testimonios y el siempre bien ponderado material visual (los videos son la golosina favorita de la televisión). En eso consiste mi trabajo: en oscilar desde el teléfono a la computadora, desde la base de datos e Internet a las gacetillas y el mail, buscando o generando cosas que contar para un segmento amplio de televidentes.

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Atender las llamadas de los que quieren «ganarse un premio del sorteo» sin tener en cuenta que antes tienen que jugar y competir.

Escuchar gente que cree estar llamando a la radio o al canal de la competencia, antes de acertar en la respuesta (¿habitues de los medios?).

Recibir quejas de la señora que se resiste a escuchar los adelantos de la novela, porque «para eso tengo el canal sintonizado todo el día desde temprano (!), para verlos con mis propios ojos».

A veces eso también forma parte de mi trabajo, y me divierte sobremanera.