Tomé la costumbre de anotar los libros leídos durante el año porque me ayuda a recordarlos y recomendarlos, y porque de algún modo reflejan algo de este 2017 que va quedando atrás.
En cuanto a la cantidad, son bastante menos que el año pasado pero aún así son muchos; la batalla contra la pereza, las redes sociales y Netflix es diaria, ¡pero creo haber sido airosa! Teniendo en cuenta que este año trabajé más del doble de horas diarias que en 2016 y que mis rutinas laborales y de descanso cambiaron rotundamente, también se alteraron y mucho mis momentos y lugares de lectura. Básicamente pasé de leer en mis ratos libres en casa y en la librería a aprovechar los largos desplazamientos en colectivo al trabajo… y no mucho más.
En cuanto a calidad, seguí incursionando en diversos temas, autores y géneros, que es mi marca registrada como lectora. Más que profundizar en autores o sagas, prefiero leer hasta saciar mi curiosidad de un tema y que sean esas lecturas las que definan el rumbo (literario) a seguir. Una fuente a pie de página, una cita de otro autor, un recomendado por la editorial en la solapa del libro o una trama atractiva pispeada en Internet, en un suplemento literario o comentada por alguien son algunos de los disparadores que me ponen delante del siguiente libro.
Después de dos años de en-listar religiosa y mensualmente mis lecturas, observo rupturas y continuidades de mi «ser lector». Me alegra sobre todo el ser, esa parte de mi identidad que ama y se regodea en los libros y que en su tiempo libre bucea entre ficciones y ensayos; que invierte más dinero en libros que en ropa y que los minutos que le roba a la rutina los pasa menos entre pelis y series maratónicas que entre páginas que a veces son de tinta y a veces digitales.
Un deseo para 2018: que los libros sigan siendo bálsamo y medicina; entretenimiento, maestro, misterio y divino tesoro. Que sigan atravesándome por los próximos 365 días y en todos los que vendrán.
Enero/ 17
«Tus ojos primero, mis noches de enero»
- El arte o la vida, Tzvetan Todorov
- El tesoro, Miguel Delibes
- Te conozco Mendizábal, Eduardo Sacheri
- La mano del pintor, María Luque
- Queríamos un Calatrava, Llatzer Moix
- Plata quemada, Ricardo Piglia
Febrero/ 17
«Todos mis ataques pasajeros/ me sorprenden a la hora de cenar/ porque flotan en el vaso de la lluvia de febrero»
- Aguafuertes cariocas, Roberto Arlt
- El castillo interior o Las moradas, Santa Teresa de Jesús
- El motel del voyeur, Gay Talese
Marzo/ 17
- El libro del matrimonio, José Pedro Manglano
- Black out, María Moreno
- Esa juventud magnífica, P. Zezinho
- Capitanes de la arena, Jorge Amado
Abril/ 17
«Dicen que para olvidarte/ tengo que viajar a Marte/ hacer 300 años de terapia y decidir/ dejar que pase el mes de abril»
- Diario- Boceto, Oscar Niemeyer
- Las venas abiertas de América Latina, Eduardo Galeano
Mayo/ 17
- Valfierno, Martín Caparrós
- Agosto, Rubem Fonseca
- Las fronteras de lo humano, María Carman
Junio/ 17
- Diccionario de separación, Andrés Gallina y Matías Moscardi
- Del matrimonio como una de las bellas artes, Julia Kristeva y Philippe Sollers
Julio/ 17
- El espectáculo del tiempo, Juan José Becerra
- El comercio de los pensamientos, Jean- Luc Nancy
Agosto
- Deseo consumido, Soledad Vallejos y Evangelina Himitian
- Aballay, Antonio Di Benedetto
- Verdad- consecuencia, Marcos López
Septiembre/ 17
«Todas las mañanas de mi vida me pregunto qué será de tus ojitos inocentes/todas las tormentas y soles que nos aman y las flores de septiembre»
- En la sangre, Eugenio Cambaceres
- El mar que nos trajo, Griselda Gambaro
Octubre/ 17
- Desculturizar la cultura, Víctor Vich
- Chesil Beach, Ian Mc Ewan
Noviembre/ 17
«Quién va a sacar del comedor la angustia/ ¡hola noviembre!»
- Esta historia, Alessandro Baricco
- Una librería en Berlín, Francoise Frenkel
- Ciega a citas, Lucía Gonzalez/ Carolina Aguirre
- Vincent, Barbara Stok
- Los enamorados, Alfred Hayes
Diciembre/ 17
- Simone, Eduardo Lalo
- En qué creen los que no creen, Umberto Eco y Carlo Maria Martini
- Usted represente una amenaza tolerable y si no fuera así ya lo sabría, Banksy